movmonsenorgerardi@gmail.com

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miércoles, 22 de abril de 2015

Actividades de abril en conmemoración del martirio de Monseñor Gerardi


Actividades conmemorativas 

Movimiento Monseñor Gerardi


Del martes 21 hasta el viernes 24 en horario de 9:00 a 16:00 horas, 
se podrá visitar el mural "Memoria Viva " y la exposición fotográfica de Monseñor Gerardi, en la Parroquia de San Sebastián.

El viernes 24 de abril a las 9:00 horas
en la Parroquia El Sagrario, se realizará el foro: Memoria Histórica e Iglesias.

El sábado 26 de abril a las 9:00 horas 
se invita a participar en la oración interreligiosa, que se realizará en el atrio de la parroquia de San Sebastián.

El domingo 26 de abril a las 10:00 horas
 se celebrará la Sagrada Eucaristía en memoria de Monseñor Gerardi.


Se recuerda que se pueden visitar los restos de Monseñor Juan Gerardi en la Catedral Metropolitana.
Les esperamos y agradecemos la divulgación de las actividades.

Movimiento Monseñor Gerardi



lunes, 23 de abril de 2012


Les invitamos a las actividades en conmemoración al 14a. aniversario del Martirio de MONSEÑOR JUAN GERARDI. Del 23 al 26 de abril Apertura de la Casa Parroquial de San Sebastián para visitar el mural y el museo. 26 de abril de 2012 17:00 Celebración Eucarística en Catedral Metropolitana 18:00 Caminata por la paz y la memoria de Catedral Metropolitana a la parroquia San Sebastián. 19:00 Encuentro Artístico Cultural en el Parque San Sebastián

miércoles, 7 de diciembre de 2011

miércoles, 25 de mayo de 2011

Comunicado

Comunicado en el XIII Aniversario del Martirio de Monseñor Gerardi

El 26 de abril de 1998, hace 13 años, Monseñor Juan Gerardi Conedera transitó por el mismo camino de miles de víctimas guatemaltecas que le precedieron en el martirio. Víctimas a las que por medio del proyecto de la Recuperación Histórica dio un rostro y una historia, y a quienes dignificó. Pero al mismo tiempo, aquel día fue como un reinicio de la búsqueda de justicia.
En nombre de esa lucha por la justicia hacemos un llamado a la sociedad guatemalteca y en particular a las comunidades cristianas, a perseverar en la demanda de justicia ante las muchas violaciones a los derechos fundamentales del pasado y del presente.
Reconocemos los avances que se han dado en el Ministerio Público y exigimos a los jueces, fiscales, investigadores y a todos aquellos servidores públicos que deben velar por el cumplimiento de la justicia, que se comprometan con las víctimas, apliquen la ley y rescaten el sistema de justicia.
Conscientes de las debilidades aún no superadas por las instituciones del Sector Justicia en nuestro país, alentamos el esfuerzo de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala –CICIG-, oportunidad para contribuir a la construcción de un genuino Estado de derecho.
Han transcurrido también más de 15 años de la firma de los Acuerdos de Paz, que ahora parecen lejanos pero que en su momento significaron la esperanza de lograr no solo el fin de un largo conflicto armado que desangró a nuestra sociedad, sino también la posibilidad de iniciar un proceso de reconocimiento de derechos, de construcción democrática y de un desarrollo que permitiera remontar las causas que provocaron ese conflicto. Los Acuerdos contaron, entre otros promotores, con Monseñor Gerardi, quien tenía claro que la paz se logra a través del reconocimiento de la verdad, por más dolorosa que pueda ser, y a través de la aplicación de la justicia como condición indispensable para la reconciliación.
A las puertas de un nuevo proceso electoral que parece evidenciar la pérdida de valores y el desconocimiento de la ley por parte de muchos actores políticos, lamentamos el impune quebrantamiento de la ley electoral, las campañas negras y el extremo de eliminar físicamente a las personas que aceptaron candidaturas en grupos o partidos políticos adversarios. Si así se irrespeta la ley ahora, ¿qué se podrá esperar de aquellos partidos cuando resulten electos?
Hacemos un llamado, pues, en nombre de los valores que impulsó Monseñor Gerardi, para que los partidos políticos y sus líderes, observando las reglas del juego, dejen a un lado la demagogia y presenten a la ciudadanía un proyecto de nación y un programa de gobierno que responda a las necesidades urgentes de las mayorías. Solo así podremos determinar con nuestro voto el futuro de los próximos cuatro años en una fórmula que apunte hacia los cambios estructurales urgentes y necesarios para llegar a la “GUATEMALA DISTINTA”, anunciada por Monseñor Gerardi y basada en la verdad, la justicia, la paz y una auténtica democracia.
Monseñor Gerardi, nuestro Obispo hermano, con su gran lucidez e indiscutible capacidad de análisis, señaló la exclusión, la marginación y la discriminación como los elementos detonadores de la violencia. Agravadas por diversas formas del crimen organizado, la injusticia y la escandalosa brecha que separa a quienes nadan en lujos y riquezas, de los pobres que no tienen ni una tortilla que ofrecer a sus hijos, son la causa de nuestros graves problemas como país, como economía y como Estado. Crean serias tensiones socioeconómicas y políticas, debilitan las instituciones, empujan a numerosos niños y jóvenes a la violencia y nos encadenan en la inseguridad que es una de las sobresalientes características de nuestra sociedad, de la que cada día pareciera más difícil liberarnos.
Exigimos justicia para las comunidades campesinas en la Cuenca del Polochic, desplazadas por las empresas productoras del etanol y por las fuerzas policíacas de un gobierno que de palabra defiende a los pobres pero de hecho favorece a la oligarquía. Exigimos justicia para las familias y comunidades de los jóvenes asesinados en el Río Dulce donde los latifundistas actúan impunemente y niegan el derecho de los pueblos indígenas a su territorio, base de su vida material y de su cultura. Exigimos respeto a los derechos de tantos pueblos indígenas que en San Marcos, El Quiché, Huehuetenango y otros lugares se han pronunciado contra la minería que se mantiene operando incluso en los lugares donde la CIDH exigió el cierre de la mina; y contra las plantas hidroeléctricas y otros mega-proyectos que solo benefician a los grandes empresarios nacionales e internacionales pero dejan en la miseria a las comunidades que pueblan aquellos sitios.
En este décimo tercer aniversario del martirio de nuestro obispo hermano, nos comprometemos con su memoria y su legado. Apoyamos las I Jornadas Teológicas Centroamericanas y Caribeñas, que en estos días se realizan en Guatemala, en el marco de la conmemoración de nuestro obispo mártir. La fe en Dios no es algo irrelevante en la sociedad. Por eso, animamos a los teólogos y teólogas que vienen a trabajar en Guatemala, a que subrayen la importancia del Dios Padre y Madre, infinitamente compasivo y misericordioso en un mundo tan necesitado de luz y calor humano, inspirándose en el Concilio Vaticano II, en la teología latinoamericana y en el pensamiento teológico que se encuentra implícito en la entrega de Monseñor Gerardi y demás mártires, hombres y mujeres, de nuestra región. Reunidos y reunidas en el MOVIMIENTO MONSEÑOR GERARDI, nos atrevemos a retomar la consigna de Don Samuel Ruiz, su gran amigo, fallecido en enero de este año: “Estar arriba con los de abajo, estar adentro con los de afuera, y caminar para que las cosas no sean iguales”.

Movimiento Monseñor Gerardi (MMG)
Guatemala de la Asunción, Abril 2011

martes, 12 de abril de 2011

INVITACION

GERARDI La Película

martes, 15 de marzo de 2011

Homilía en la misa de 40 días de
don Samuel Ruiz García

Hoy hace cuarenta días, en la ciudad de México, nació para la vida eterna el obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, a quien le llamábamos sencillamente «dom Samuel». Murió un día antes de cumplir 51 años de ordenación episcopal.

Cada quien puede decir quién era y qué significaba para cada uno la larga y fecunda vida de dom Samuel. Personalmente, para mí fue un amigo, un hermano, un pastor al que podía pedir consejo; un obispo, que como los grandes Obispos de la Iglesia, fue padre y madre para los refugiados guatemaltecos que salieron forzadamente de nuestra tierra hacia México, especialmente de los departamentos de Quiché y Huehuetenango, huyendo de la persecución para salvar su vida en tierras mexicanas, donde encontraron a un verdadero protector en el Obispo de la extensa diócesis de San Cristóbal de las Casas.

Si es cierto el adagio castellano: “quien a tus hijos besa, tu boca endulza”, ¿qué podría decir yo si al ordenarme obispo de Quiché el Papa Juan Pablo II me encomendó encarecidamente el cuidado a esta población refugiada en México, y comprobar la dedicación que para ellos prodigaba dom Samuel? ¿Qué pordría decir yo del Obispo que cuidó con amor entrañable de estos hermanos y hermanas, preocupándose de que no les faltara no sólo el alimento de cada día y la compañía de agentes de pastoral, sino también el pan de la Palabra de Dios y la Eucaristía y el consuelo de la esperanza de regresar algún día a la patria?

Entre dom Samuel y los refugiados en México se fueron tejiendo hilos muy finos de amistad, solidaridad, discernimiento de los acontecimientos históricos que se vivían en esos momentos, de apoyo en las dificultades, de seguridad al poder contar con un Obispo que estaba al lado de los pobres y acompañaba a los que sufrían tantas penalidades en el exilio, lejos de su tierra, de su casa, de sus pocas pertenencias.

Los guatemaltecos refugiados en México fueron poco a poco descubriendo en la persona de dom Samuel al obispo que los comprendía más profundamente que cualquier político o funcionario, porque él contemplaba en ellos su dignidad humana, sus valores como pueblos originarios, la dura realidad de su situación, los múltiples atropellos sufridos en sus propias comunidades en Guatemala, a manos de diversos cuerpos de los aparatos de seguridad del Estado, sobre todo del ejército, perseguidos por su fe, por ser catequistas o animadores de la fe, por pertenecer a la Iglesia católica.

Esta es la primera razón por la cual dom Samuel es parte de mi vida, y fue parte de la iglesia que peregrina en Quiché, y Guatemala tiene tantos motivos para agradecer su ministerio pastoral. Él y yo fuimos obispos en una misma región, donde sólo la frontera nos separaba, y vimos con nuestros propios ojos cómo fueron tratadas las comunidades del Ixcán y de otros pueblos fronterizos. Nos unió el dolor del pueblo, en el que Dios mismo sufría. Contemplar aquella realidad tan desgarradora, era como el viernes Santo de un pueblo caído por tierra, que reproducía al vivo los sufrimientos de Jesús crucificado. Dom Samuel fue muy consciente de todo esto. Por esta razón, me alegró que el día en que la Conferencia Episcopal de Guatemala fue informada de su muerte, el presidente de la CEG, Mons. Pablo Vizcaíno Prado envió un mensaje de condolencia a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, agradeciendo lo que dom Samuel había hecho a favor de los refugiados guatemaltecos en su diócesis.

En segundo lugar, ¿cómo no iba a sentir profundamente la muerte de aquel hombre que en San Cristóbal de las Casas, fue el inclaudicable defensor de los pueblos originarios de ese país y con su esfuerzo y trabajo en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) promovió la dignidad de los demás pueblos originarios de América?

En el comunicado de los obispos de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Monseñor Felipe Arizmendi, su actual obispo, y dom Enrique Díaz Díaz, su auxiliar, con ocasión de la muerte de dom Samuel, ofrecen los siguientes datos que no necesitan comentarios: “de 1965 a1973 presidió, en la Conferencia Episcopal de México la Comisión para indígenas, infundiendo un espíritu renovador a la pastoral indígena”.

Y añaden otros dos hechos de gran relevancia histórica, de los que hoy vemos los frutos: “En 1970 convocó y presidió el Encuentro de «Xicotepec», que dio un giro a la pastoral indígena. La cual ya no debe ser una pastoral indigenista, en la que los indígenas son sólo objeto o destinatarios de la evangelización y de la pastoral, sino que ellos crezcan y sean sujetos en la Iglesia y en la sociedad”. El segundo hecho fue la publicicaión en 1993 de la Carta Pastoral: «En esta Hora de Gracia», en la que se advertía la gravedad de las injusticias contra los indígenas” en México.

Es muy revelador para nosotros lo que escriben los obispos mencionados sobre el legado que nos deja dom Samuel. Mas para entenderlo mejor tenemos que tomar en cuenta dos acontecimientos de enorme significado para su ministerio episcopal: recién nombrado obispo, su participación en todas las sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) y su participación y protagonismo en la Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en Medellín, en 1968. Momentos que marcaron la Iglesia universal y la latinoamericana de manera singular. Algún tiempo después fue elegido Presidente del Departamento de Misiones del CELAM, al que correspondía la pastoral indígena. Una responsabilidad en la que puso alma, vida y corazón.

Oigamos el legado de dom Samuel:

1. La promoción integral de los indígenas, para que sean sujetos en la Iglesia y en la sociedad.
2. La opción preferencial por los pobres y la liberación de los oprimidos, como signos del Reino de Dios.
3. La libertad de la Iglesia, para denunciar las injusticias ante cualquier poder arbitrario.
4. La defensa de los derechos humanos.
5. La inserción pastoral en la realidad social y en la historia de los pueblos.
6. La inculturación de la Iglesia, promoviendo lo exigido por el Concilio Vaticano II, que haya iglesias autóctonas, encarnadas en las diferentes culturas, indígenas y mestizas.
7. La promoción de la dignidad de la mujer y de su corresponsabilidad en la Iglesia y en la sociedad.
8. Una Iglesia abierta al mundo y servidora del pueblo.
9. El ecumenismo no solo con otras confesiones cristianas, sino como diálogo interreligioso con cualquier otra religión.
10. La promoción de una pastoral de conjunto con responsabilidades compartidas.
11. La Teología India, como búsqueda de Dios en las culturas originarias.
12.El Diaconado Permanente, con un proceso específico entre las comunidades indígenas.
13. La reconciliación de las comunidades.
14. La unidad en la diversidad.
15. La comunión afectiva y efectiva con el Sucesor de Pedro y con la Iglesia Universal (III Sínodo, 571).

Es un legado donde podemos contemplar con transparencia al sembrador de paz, al firme seguidor y discípulo de Jesús y al hombre de Dios, que como pastor, experimenta en su corazón el celo por el bien de su Iglesia particular y de las demás del mundo.

“Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”, reza la canción; pero qué alegría se siente al contemplar una vida realizada, plenificada en el amor de Dios, ejemplo elocuente para cuantos hoy nos decimos discípulos de Jesús.

Por eso, vemos que dom Samuel hizo realidad su lema episcopal: “edificar y plantar”. Y como dijo hace un año, al celebrar sus Bodas de Oro, (…) “Damos infinitas gracias por habernos hecho hijos suyos y por habernos llamado como pastor de su Iglesia, para edificar y plantar su Reino de justicia, de amor y de paz”.

Pero este arduo trabajo le costó a dom Samuel incomprensiones, críticas, calumnias, difamaciones, rechazos, orden de aprehensión, amenazas de diversa índole, intentos para eliminarlo físicamente; como dice San Pablo, tuvo que soportar “peligros en la ciudad, en despoblado, en el mar (en la selva). Trabajo y fatiga, a menudo noches sin dormir, hambre y sed… A todo esto hay que añadir la preocupación diaria que supone la atención a todas las iglesias” (cf., 2Cor 11, 26-28). Por eso las bienaventuranzas que hemos leído en esta Eucaristía se aplican a él, especialmente las últimas: “Felices ustedes cuando los injurien y los persigan y los calumnien (falsamente) por mi causa. Alégrense y pónganse contentos porque el premio que les espera en el cielo es abundante” (Mt 5, 11).

Hoy, en esta Iglesia catedral de Guatemala, damos gracias a Dios por la vida y el ministerio de «jTatik Samuel» y pedimos también a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que él esté ya gozando de la nueva casa y de la nueva tierra en la que habita la justicia, y cuya felicidad llenará y superará todos los deseos de paz que brotan en los corazones de las personas (GS 39).

Gracias, «jTatik Samuel» por tu entrega generosa a tu pueblo y a nuestros hermanos refugiados. Muchas gracias por tus sacrificios, por tu cercanía y compromiso con los pueblos originarios del Continente Latinoamericano. Desde cualquier lugar, desde cualquier casa por sencilla o humilde que sea, acepta el agradecimiento de hombres, mujeres, jóvenes y niños de los pueblos originarios que recibieron de ti alimento, amor y esperanza. Yo te agradezco el apoyo que diste a la diócesis de Quiché, a su obispo, a su presbiterio, a su pueblo.

Me uno a mi hermano, Felipe Arizmendi, tu sucesor, para decirte: “Que tu ser, tu persona, tu vida, tu trabajo pastoral, sea hoy una ofrenda agradable al Padre Dios, con la gracia del Espíritu, por Cristo”.

“Te ponemos en el altar, junto con Jesucristo, víctima y sacrificio, para que, en Cristo y con Cristo, seas resurrección y esperanza, vida plena para nuestros pueblos, y para que ya nada ni nadie te aparte del amor de Dios manifestado en Cristo. Que El te conserve en su paz eterna”. Amen. (Homilía en la misa exequial)


Catedral de Guatemala, 24 de febrero de 2011.